jueves, 3 de diciembre de 2009

Adiós a Lino Lacedelli, el arrepentido


A la edad de 83 años, falleció el "conquistador" del K2, que tras más de medio siglo de silencio sobre la polémica ascensión, reveló que las críticas a Walter Bonatti habían sido injustas.

EL 31 de julio de 1954, a las 7 de la mañana, Achille Compagnoni, de 39 años, y Lino Lacedelli, de 28, salen de su minúscula tienda. Son las dos personas que en ese mismo instante están a mayor altura sobre la faz de tierra, a 8.130 metros en las laderas del K2 (8.611 metros). Se colocan los crampones, cogen las mascarillas de oxígeno, los reguladores e inician la marcha. Pero no parten hacía la cumbre, todavía no. Efectúan una peligrosa travesía ligeramente descendente hacia su derecha, que les lleva al punto exacto en el que el día anterior dos de sus compañeros de expedición han depositado el combustible sin el cual les sería imposible ascender a la segunda cumbre más alta del planeta: las bombonas con el oxígeno.


El cielo está parcialmente cubierto pero, pese a la niebla, la cordada italiana divisa el preciado tesoro: dos bombonas cargadas hasta los topes. Las conectan a los reguladores, se ajustan las mascarillas y, penosamente, comienzan a ascender desde los 8.100 metros de altitud en que se encuentran. Son las 8 y media de la mañana del 31 de julio.

las 18.00, hora local de Nepal, tras 9 horas y media de ascensión, el primer ser humano pisa la hasta entonces virgen cumbre del K2. En la cumbre, Compagnoni y Lacedelli lloran y se abrazan, conscientes de que a partir de ese día su país los aclamará como a unos héroes, de igual manera que los británicos han colmado de gloria a Hillary y Tenzing por su ascenso al Everest, los franceses a Herzog y Lachenal por su gesta en el Annapurna o los alemanes y austríacos a Herman Buhl por su cima en el Nanga Parbat. En efecto, cuando el 3 de agosto la noticia llega a Italia el país estalla de júbilo. El K2, la montaña de los italianos y del Duque de los Abruzzos, "ha caído".

En el campo base, pese a las congelaciones sufridas por ambos, todo es alegría y plenitud y el líder táctico de la expedición, el casi sexagenario Ardito Desio, felicita entusiasta a los 11 hombres y a los más de 10 hunzas -habitantes del valle de Hunza, en Pakistán- que han colaborado en la gesta, costeada y diseñada por el Club Alpino Italiano (CAI), el más antiguo, prestigioso y respetado de Italia.

A su regreso a Italia, Desio relata la historia en el famoso libro La conquista del K2. A pesar de la trágica muerte de Mario Puchoz semana y media antes del día de cumbre a causa de un edema pulmonar, el relato de Desio, que supone el testimonio oficial que quedará para la historia, rezuma heroicidad, esfuerzo, compañerismo y, finalmente, gloria, incluyendo el dato de que Compagnoni y Lacedelli llegan a la cumbre a pesar de que a 8.400 metros se les había terminado el oxígeno. En una Europa que aún sufre las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial y en la que las expediciones al Himalaya son tratadas casi como cuestiones de Estado, Italia puede estar tranquila: ya tiene sus héroes y éstos ya tienen la cumbre del K2.



La otra versión

Walter Bonatti estalla

En medio de tanto festejo, un joven de 24 años que también ha formado parte del grupo del K2, Walter Bonatti, calla. Calla, calla y calla. Y mata su desazón encadenando una tras otra ascensiones de vértigo que le convierten en apenas unos años en el alpinista más destacado de los 50 y de la historia.



Pero en 1961, 7 años después de lograda la cumbre del K2, ya no puede más. Estalla. Publica un libro -Mis montañas- donde niega las posteriores acusaciones de Compagnoni y da su versión del ascenso al K2. Compagnoni acusaba a Bonatti y al hunza Mahdi, los encargados de llevar las bombonas de oxígeno a 8.100 metros, de respirar parte de ese oxígeno la noche del 30 al 31 de julio, en la que Bonatti y Mahdi tuvieron que vivaquear al raso porque no encontraron la tienda de Compagnoni y Lacedelli. Y que por eso se les acabó a ellos a 8.400 metros, a 200 metros de la cumbre. Y también que las intenciones de Bonatti eran ir a la cumbre gracias a ese oxígeno que estaba destinado a Compagnoni y Lacedelli.

En 1985, Bonatti vuelve a defenderse. Publica Proceso al K2, en el que ofrece una versión aún más prolija en detalles y en la que sólo solicita que se limpie su nombre, que el Club Alpino Italiano reconozca que las acusaciones de Compagnoni son falsas y que se dicte una versión oficial final donde quede claro que ni usó el oxígeno la noche que casi muere con Mahdi a 8.100 metros a cielo abierto, ni tuvo intención de ir ese día hacia la cumbre en detrimento de sus compañeros y que, por último, el oxígeno se les terminó a Lacedelli y Compagnoni ya en la cumbre. El resultado: silencio, silencio y las palabras de Ardito Desio, por entonces cercano a los 90 años: "Toda y la única la verdad está en mi libro".

Una fotografía

La verdad es antigua


A miles de kilómetros de distancia de Italia, una mañana de 1993, un cirujano australiano aficionado al alpinismo, Robert Marshall está ojeando una vieja revista suiza de 1955 traducida al inglés -Berge der Welt- que acaba de localizar y en la que figura un amplio reportaje dedicado al primer ascenso del K2. Asombrado, casi sin poder creérselo, se fija en una fotografía inédita hasta entonces y que el informe oficial había desechado: Compagnoni en la cima del K2 con la mascarilla de oxígeno puesta y ésta conectada al tubo de goma que llega hasta la bombona.



Inmediatamente, Marshall se pone a localizar a Bonatti y cuando logra contactar con él, le ofrece sus nuevos descubrimientos. Bonatti reescribe su libro, en el que apenas varía nada de lo que antes había expuesto, pero en el que sí se añaden las preciosas imágenes que atestiguan todo lo que lleva clamando durante décadas. El resultado es K2. Historia de un caso (1995). Resumiendo, los hechos son estos:

Compagnoni y Lacedelli llegaron a la cima respirando el oxígeno que el día anterior dejaron Bonatti y Mahdi a 8.100 metros. Si se hubiese acabado a 8.400 metros, ¿qué sentido tenía cargar hasta la cima con los kilos que pesaba cada bombona?

Bonatti y Mahdi no pudieron usar oxígeno porque no tenían ni máscaras ni reguladores.

Bonatti y Mahdi no encontraron la tienda de Lacedelli y Compagnoni porque éstos la habían colocado 150 metros más arriba de lo previsto y bastante más a la izquierda. Compagnoni y Lacedelli lo hicieron precisamente para que Bonatti no se uniera al grupo de cima.

Compagnoni y Lacedelli no se ofrecieron a ayudar a Bonatti y Mahdi pese a que oyeron sus gritos la noche del 30 al 31 de julio y sabían que tendrían que vivaquear. Mahdi sufrió amputaciones en dedos de manos y pies; Bonatti, milagrosamente, salió ileso.

La reacción en 1995 de Compagnoni, Lacedelli, Desio y el Club Alpino Italiano es ésta: silencio. En 2001, a los 104 años, muere Ardito Desio. En mayo de 2009, a los 94 años, muere Achille Compagnoni. El pasado viernes, día 20 de noviembre, a los 83 años, muere Lino Lacedelli. Los dos primeros jamás reconocieron la verdad. Lacedelli lo hizo en 2004, en su libro K2. El precio de la conquista, lo que obligó al Club Alpino Italiano a reescribir la historia oficial. Lo hizo en abril de 2008 -casi 54 años después de la noche en que Bonatti y Mahdi debieron morir en el K2-. Bonatti comentó tras el informe del CAI que valoraba el gesto. Sin embargo, cuando en 2004 leyó el libro de Lacedelli, sus palabras fueron: "Demasiado tarde". No quería fama, ni dinero, ni las ventajas que algunos creen obtener de ser considerado y vitoreado. Quería recuperar la fe en los hombres que le habían quitado cuando sólo tenía 24 años.
noticias de Navarra

0 comentarios:

 

Sendero de constancia Copyright © 2008 D'Black by Ipiet's Blogger Template